Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 19 de junio de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Sardoal
Número y páginas del Diario de Sesiones 67, 1.813, 1.814
Tema: Pregunta del Sr. Sardoal sobre los excesos lamentables en la noche del 18 de junio en Madrid

 El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): No ha habido la falta de previsión que el Sr. Esteban Collantes atribuía al Gobierno, porque la proposición está sobre la mesa: sólo que había otras y ha habido que empezar la discusión por ellas.

No voy a contestar a los señores que han tomado parte en este debate y que han atacado más o menos fuertemente al Gobierno. No hay para qué contestar a esto; porque, ¿qué he de decir yo del argumento Aquiles del Sr. Figueras:"el Sr. Sagasta es reaccionario; el Sr. Sagasta ha dicho que le pesaban los derechos individuales, pues el Sr. Sagasta tiene la culpa de que anoche se hayan roto algunos faroles" Pero es bueno que pongamos las cosas en su verdadero lugar: que ya que tenemos la desgracia de pasar por ciertos males, no los exageremos en detrimento de nuestro país, como si fuera el único en el mundo donde esas cosas se hacen.

Los hechos acaecidos anoche en Madrid, son hechos lamentables, son hechos punibles, son hechos que todos reprobamos con todas nuestras fuerzas, son hechos cuya repetición debemos a todo trance evitar; pero no son hechos que nos deshonren ante el mundo entero, porque esos hechos tienen lugar en países que no se deshonran ante nosotros, y mucho menos ante el mundo entero. Y esta contestación se la doy al Sr. Figueras a cuyo lado está el Sr. Castelar, el cual me tiene dicho muchas veces que han ocurrido hechos semejantes en Inglaterra, y que no por eso se considera a aquel país deshonrado a la faz del mundo. Y contesto también al Sr. Ríos Rosas, que aparte de la experiencia de que ha hecho aquí alarde, debe saber que en Londres ha pasado tanto de estas cosas, que hubo que inventar las persianas de hierro, a lo cual todavía no hemos llegado afortunadamente en Madrid; y si Londres no es una deshonra ante el mundo, tampoco debe serlo Madrid por los hechos de anoche. Pongamos las cosas en su verdadero lugar; no hagamos odas ni elegías sobre cosas que nos perjudican, ya que no alabemos las que nos favorecen: bastante son ellas por sí mismas, y no supongamos que no han pasado ni pasan constantemente en otros países que se creen muy civilizados, y no están deshonrados ante el mundo.

Hace pocos días hubo una cosa parecida en Bélgica; y como ya he dicho, en Londres hubo que inventar las persianas de hierro para evitar esos excesos que con frecuencia se repetían. De consiguiente, lamentemos todos los hechos ocurridos, condenémoslos, procuremos su castigo, pero no vayamos más allá y no hagamos creer a los españoles que somos unos bárbaros, y no pertenecemos a los pueblos cultos, cuando las naciones que pasan por civilizadas han presenciado esos mismos escándalos, y en mucho mayor escala. En último resultado, en medio de que todos debemos lamentar esos hechos, estamos aquí reunidas 400 personas todo el día de Dios para oír hablar de unos cuantos faroles y de unos cuantos cristales rotos. (Prolongados rumores.) Esta es la verdad, señores; no hay que desfigurarla; ni un solo atropello personal, ni una sola desgracia personal, ni una sola violación de domicilio, como decía el Sr. Ríos Rosas; no: es un hecho lamentable, es un hecho indigno, es un hecho que necesita castigo; pero es un hecho, en resumidas cuentas, de unos cuantos faroles y unos cuantos cristales rotos. Y, Sres. Diputados, esto que ha pasado ayer, es lo que se ha llamado en este país una asonada y no un crimen, y yo digo esto al jurista Sr. Cánovas. Lamentémoslo todos nosotros, procuremos evitar su repetición, pero no nos rebajemos ante los ojos del mundo suponiendo que esto no pasa en ninguna parte. (Un Sr. Diputado: Eso no pasa más que en España.) El que dice que no pasa eso sino en España, no conoce más que su casa y su lugar.

¡Qué no se gobierna! ¿Qué no se gobierna? ¿A qué llamáis gobernar? Dejémonos, señores, de vanas declamaciones; lamentemos todos el hecho, condenémosle, procuremos que no se repita, castiguemos a sus autores en cuanto de nosotros dependa; no vayamos a creer que esto no pasa más que en España, pues como españoles no debemos darle más proporciones de las que realmente tiene; bastantes tiene de por sí sin exagerarle.

Por lo demás, a mí me alarmaría mucho la calificación que el Sr. Ríos Rosas ha hecho de estos sucesos, y me alarmaría mucho más su juicio acerca de ellos; pero me consuela la idea de que el Sr. Ríos Rosas ha tenido igual juicio o igual calificación para todos los Gobiernos que se han sucedido en este país desde que el señor Ríos Rosas es hombre político, porque S. S. que se figura ser el único hombre impecable, el único hombre infalible en este país, ha tenido la desgracia o la fortuna de empezar bien con todos los Gobiernos y concluir mal con todos ellos, tratando a todos de igual manera que al Gobierno actual. Yo me explico esto, porque como S. S. cree que es condición indispensable para ser hombre de Estado y para ser hombre de gobierno tener mucha calma y mucha serenidad, y nosotros los Ministros que ocupamos este escaño somos tan violentos y tan duros, como S. S. es de carácter tan blando y tan apacible, resulta que S. S. puede ser gobierno mejor que nosotros y mejor que todos los Gobiernos que ha habido y que pueda haber en este país, mientras S, S. tenga vida [1.813] política, que se la deseo muy larga y muy próspera.



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